QUÉ LEO HOY:

QUÉ LEO HOY: Sugerencias, debate, crítica, opinión...

martes, 28 de abril de 2015

CAMPO ROJO. Ángel Gracia



No sé si Ángel Gracia ha tratado de desmontar la infancia como esa "patria feliz" a la que solemos acudir para dibujar con múltiples tonos nuestro recuerdo, pero lo que sí tengo claro es que ha sabido crear un retrato real, duro y cruel de los años de la pre-adolescencia.
Una novela impactante, que desde el inicio deja bien claro que no estamos ante una narrativa al uso, con una atmósfera opresiva que, inexplicablemente, nos atrapa, que nos atrae con una fuerza desconocida. Un viaje a la infancia y sus demonios, esos momentos oscuros de los que pocos, por mucho que nos neguemos, se pueden escapar. 
Sí, claro que nos sitúa en un escenario concreto, en una ciudad concreta, la Zaragoza de los años 80 del siglo pasado, pero de inmediato parece dar un giro de ciento ochenta grados y mostrarnos un espacio diferente, un espacio conocido, con rostros y voces que se han mantenido presentes en nuestra memoria. Somos nosotros, y aquellos que crecieron con nosotros, los que protagonizan cada una de las escenas narradas por el autor. Ponemos cara a cada uno de los personajes, incluso llega un momento en que adecuamos el mote al que se mantiene impreso en nuestra mente.
Pero, sin duda alguna, lo peor de todo es la dificultad de situarnos nosotros en la acción, de acertar en nuestro  verdadero papel en la novela. Sí, claro que en un inicio nos posicionamos en el lugar del narrador, pero al poco descubrimos como nos metamorfoseamos en cada uno de los demás, sus actitudes, sus palabras y sus silencios nos delatan. Somos, al fin y al cabo, todos en uno, bien porque en su momentos pasamos por todos los papeles, o bien porque nos creamos entonces esa coraza que logró que aventurásemos haber sido cada uno de ellos.
Según el autor la novela no es solo fruto de su memoria -nunca hay que olvidar que estamos ante un elemento de ficción narrativa-, sino de la memoria de todos aquellos que le rodean. Y son todos aquellos los que conforman un universo propio en el que se van apareciendo nuestros fantasmas, seguro que cada lector interpreta cada situación de forma distinta, aunque en todo momento somos conscientes de cuando se quiebra la justicia, cuando los abusos, los atropellos colocan a cada uno en su sitio. Y, por mucho que podamos negarlo, nuestro deseo de estar en un lado u otro de la línea está siempre claro, máxime cuando nuestra integridad está en juego.
 Más que el relato de la infancia, el reflejo de unas vivencias más o menos verídicas, Ángel Gracia logra crear una novela con notables tintes políticos y sociales, donde no solo prima la propia supervivencia, sino la lucha por el poder y donde ubicarse para que este no haga daño.
Una novela sin descanso, incluso las breves alusiones campestres, que parecen idealizar el espacio del mundo rural ajeno al urbano, esconden los miedos que azotan al niño, y por ende al ser humano, incluso cuando no se están sufriendo.
Una novela despiadada, donde la desolación se adueña incluso de los momentos de descanso, un mundo hostil que impide exista un espacio mental en el que refugiarse. Pero también una novela que usa el lenguaje en su justa medida, que señala espacios y sensaciones, que transforma a la perfección la propia experiencia y existencia del lector.

Otras obras del autor:
Valhondo (2003); Libro de los ibores (2005); Destino y trazo: en bici por Aragón (2009) y Arar (2010). 

domingo, 19 de abril de 2015

EL SILENCIO DE LOS CLAUSTROS. Alicia Giménez Bartlett



Una vez tuve en mis manos la última obra de Alicia Giménez Bartlett, Crímenes que no olvidaré, tenía bien claro que me iba a acompañar en mi próximo viaje. Pero al ver su contenido, nueve investigaciones breves en las que Petra Delicado hacía de las suyas, se presentó ante mi un enorme dilema: eran los relatos los mejores compañeros en un largo viaje en avión para que este se hiciese más llevadero o convenía tener entre manos una historia larga, que me atrapase lo suficiente como para soportar lo mejor posible la incomodidad del trayecto.
Varios fueron los títulos elegidos, pero fui incapaz de olvidarme de la posible presencia de Petra Delicado y Fermín Garzón. Sobre todo cuando la reciente obtención del Premio Pepe Carvalho había relanzando, en bolsillo, todas las aventuras de la comisaria de Barcelona. No lo dudé un instante, sería El silencio de los claustros el primero de los libros elegido.
Antes de comenzar a leer se aparecieron ante mí muchas de las imágenes vividas por la comisaria y el subcomisario, no entendería una sin el otro, al menos sería un reto de Alicia al que me costaría mucho subirme. Imágenes sin un orden concreto, vuelvo a reconocer que no he seguido orden alguno a la hora de leer los libros de la saga (si se puede llamar así) y no me ha alterado para nada su lectura, no solo porque cada uno es una historia lo suficientemente importante como para centrarse en lo que sucede, sino porque la destreza de la escritora radica en eso, en logra atraparte en la vida de Petra tanto a nivel personal como profesional sin necesidad de conocer nada más de ella.
Y atrapa, claro que atrapa la historia, y lo hace de tal manera que, como lector, hay muchos momentos en que te sientes como un verdadero pelele, un espectador del que los acontecimientos hacen lo que quieren, te llevan de aquí para allá sin que opongas ningún tipo de resistencia. No puedes evitar dejarte llevar por el propio curso de la investigación, pones tus ojos y tu imaginación en la dirección que lo hacen los policías nacionales, sientes la misma desazón cuando los pasos parecen llevarte a un callejón sin salida, cuando todo parece que se estanca. Y, de la misma manera, sientes fluir la adrenalina cuando la pista parece fiable y el camino se presenta despejado.
Vuelven a ser los personajes, no solo Petra y fermín, sino todos aquellos que van apareciendo, los que doten a la lectura de una fuerza tan real que  consigue que te impliques, que olvides por momentos todo lo que es ajeno a la novela.Pateas Barcelona, frecuentas los bares, acudes a los monasterios y formas parte de los interrogatorios en los que participan los protagonistas, pero hay más, acudes en silencio a la casa de Petra, participas en su vida fuera de la comisaría y la investigación.
Y es que la autora sabe, como nadie, crear los ambientes y situar en ellos la trama, sea la que sea, es capaz de situar a cada uno de sus personajes en todo momento, de manera que siempre tienes en tu mente donde anda cada uno, como se menean y, lo que es más difícil, lo que pueden decir los silencios, los gestos o las indicaciones. Porque Alicia Giménez Bartlett maneja con tal maestría el lenguaje que logra que este descubra más de lo que parecen decir las propias palabras.
Y claro, como no podía ser de otra manera, logra transmitir la tensión y la intriga. Esta última porque no puedes apartar tu mente de los acontecimientos, no puedes evitar buscar en cada frase, en cada actitud de cualquiera de los que se asomen a las páginas del libro, esa pista que permita resolver el caso, no tratas de ponerte en la piel de los protagonistas, formas parte de ellos y sientes desgana, cansancio, inquietud, rabia y preocupación a medida que va sucediéndose la investigación. Y tensión porque sientes como tu propia respiración se acelera o relaja al ritmo que manda la narradora, la propia Petra Delicado.
Una novela llena de giros, de idas y venidas, de aciertos y dudas, de ese suspense y misterio que logra que te aísles de todo y te centres en una lectura cómoda y atractiva, no sintiendo en ningún caso que las páginas pases con o sin velocidad, sino sintiendo como se está más lejos o más cerca de resolver los enigmas que se plantean desde el inicio: un asesinato y un robo de lo más extraño.