QUÉ LEO HOY:

QUÉ LEO HOY: Sugerencias, debate, crítica, opinión...

lunes, 29 de diciembre de 2014

VIAJO SOLA. Samuel Bjork



La narrativa negra nórdica desembarcó hace unos años en nuestro país con un buen número de autores y novelas que han logrado catalogarla como un subgénero dentro de la narrativa policíaca. Steig Larsson, Jussi Alder-Olsen, Camila Läckberg, Johan Theorin, Jo Nesbo, Asa Larsson, Mari Jungstedt, Arnaldur Indridason y un buen número ocuparon durante al menos un par de años las preferencias de muchos lectores del género. Aunque descubrí alguno como Alder-Olsen -sigo pensando que Henning Mankell, siempre que esté en sus manos Wallander, está muy por encima de los demás-, muchos de los más reconocidos me dejaron indiferente en muchas de sus novelas.
Así que cuando el pasado mes de octubre llegó a las librerías españolas la novela de un autor desconocido en nuestro país, no lo coloqué entre mis preferencias. Sobre todo por que a la enorme carga publicitaria que me hacía desconfiar, se unía el últimamente recurrente tema del secuestro de niñas. Me conformé con echar un vistazo a la información que la editorial destinaba a su lanzamiento.
Pero claro, como nunca digo "de este agua no beberé", hace quince días me pareció la mejor lectura para un viaje en autobús, una compañía cómoda y entretenida que me hiciese más distendido el recorrido.
Dicho y hecho, apenas comencé a leer me sentí atrapado por la novela, por la manera de narrar de Samuel Bjork, perdonen que no sea capaz de escribir la o al lenguaje noruego atravesada por una barra, por unos personajes que descubrían mucho más de lo que acontecía en la novela y por una trama perfecta, inteligente y sugerente.
No voy a decir que estuve esperando el viaje de regreso para rematar la lectura, pero casi, y es que tanto Holger Munch como Mia Krugüer, los protagonistas de la novela, me hicieron sentir cómplice de sus pesquisas, de sus diálogos y de sus similitudes y diferencias. Hasta tal punto que he llegado a sentir pánico cuando las cosas no sucedían como se esperaba, cuando ciertos lances de la trama se escapaban a lo lo que parecía iba a ocurrir. Por no olvidar al importante número de secundarios a los que acertadas pinceladas me permitían dibujar y ponerles cara y voz dentro de mi imaginación.
Y es que Samuel Bjork ha sabido, en todo momento, construir unos sucesos tan visuales que apenas cierra los ojos el lector parece imaginar todo lo que está aconteciendo, incluso lo que va a suceder a continuación, como si todo se estuviese observado en una gran pantalla y nada quedara fuera del encuadre.
Aunque lo mejor, lo que más destacaría sería la trama orquestada a la perfección. Una trama que además de atrapar te va invitando a ir más allá, a recorrer otros caminos además de los que muestra la pareja de policías protagonistas. Sabes durante la lectura que hay algo que se te escapa, que tiene que existir algo más que la simple correlación de los sucesos, pero quieres seguir leyendo con moderación para que nada se escape. Y todo está tejido a la perfección, no hay una puntada sin hilo, ni historias superfluas que lo único que consiguen es aumentar el número de páginas, ni falsos posibles culpables que intentan despistarte.
Logra, además, transmitir la tensión, los momentos en los que el termómetro sube hasta lo inimaginable con un cambio brusco en la manera de narrar, en lograr que cuando los protagonistas estén al filo de la navaja el lector sienta el peligro, el agobio, la sensación de falta de aire que consigue que el pecho sienta cada latido, cada segundo como si fuera el más importante.
Por si todo fuera poco no se conforma con rematar la historia de manera convincente, sin coincidencias e "inspiraciones" increíbles a la que tanto nos está acostumbrando la mayor parte de los escritores de novela de intriga actuales, sino que el último cuarto del libro es memorable, conjugando las historias que se han ido sumando a lo largo de la novela de manera casi magistral y dejando un sabor de boca tan bueno que tienes deseos de pregonar que por fin has encontrado una novela del género negro que cumple a la perfección todos los requisitos.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

EL FINAL DE SANCHO PANZA Y OTRAS SUERTES. Andrés Trapiello



No voy a decir que soy un apasionado del Quijote, conozco a varios que sí lo son y sus conocimientos sobre la obra de Cervantes en nada se parecen a los míos. Pero sí que me gusta su lectura de vez en cuando, leer el libro como lo que es, una novela de aventuras. Y hacerlo, además, sin seguir un orden concreto, simplemente abrir al azar un capítulo y comenzar su lectura como si esta fuese independiente. De hecho suelo marcar con una señal cada vez que leo un capítulo para comprobar cuántas veces lo he leído, así algunos tienen seis marcas mientras otros apenas indican dos lecturas.
La idea no es mía, no recuerdo bien quién me la enseñó hace muchos años, pero la he ejercido durante muchas noches de insomnio y debo reconocer que tiene un efecto perfecto, hasta tal punto que se ha convertido en esa lectura de la que no te cansas por muchas veces que acudas a ella.
Así que cuando Andrés Trapiello osó aventurarse en relatar los sucesos que acaecieron tras el fin de la novela, recogí el guante con la duda de si era o no buena idea intentar narrar lo que sucedía tras la muerte del Ingenioso Hidalgo. Para mi sorpresa todo olía a Cervantes, prosa, ritmo, actores, escenarios me volvían a mostrar las historias ya vividas, pero había algo más, ahora se se engrandecían algunos de los sucesos que ya conocía con nuevos y variados puntos de vista. Trapiello había conseguido revivir a los principales personajes sin apartarse nada del espíritu de su creador, con nuevas y singulares revelaciones sobre lo que acontece con los principales personajes una vez muerto Don Quijote.
Y ahora, cuando ya se habían quedado dormidos los ecos de aquella lectura, no así los creados por Cervantes que aún acompañan algunas noches, Trapiello nos regala otra nueva aventura en la que el recuerdo antiguo se convierte en una nueva ensoñación y una nueva aventura.
Pues son aventuras y divertimento lo que nos ofrece El final de Sancho Panza y otras suertes. Aventura por que seguimos el sendero que nos marca el escudero Sancho Panza, la sobrina Antonia, el ama Quiteria y el bachiller Sansón Carrasco. Y divertimento por que Sancho no cejará en el empeño de sacarnos una sonrisa, y si cabe alguna carcajada, de llenar de humor una lectura ágil y tan perfectamente encajada que demuestra bien a las claras la calidad literaria de Trapiello.
Sí, se vuelven a contar sucesos en los que Don Quijote fue el protagonista, acontecimientos conocidos o imaginados, ciertos o no, pero de los que en todo momentos somos conscientes que forman parte de la propia vida de Don Quijote. Pero hay algo más, a la prosa clásica, cervantina, que nos traslada a la lectura original, se le ha añadido la precisión de la modernidad, los guiños y juegos de quienes nos sentimos conocedores de un pasado, de una aventuras que se fortalecen ahora gracias a la memoria de quienes las vivieron y quienes las leímos.
Una novela adictiva, natural, en la que entramos con el pie derecho desde la primera frase y continuamos con el disfrute de ser nosotros mismos parte de la propia aventura, de una historia que parece no va a acabar nunca, por mucho el título nos quiera demostrar lo contrario. Trapiello lo ha vuelto a hacer, ha logrado que nos sintamos de nuevo compañeros de Sancho y su singular compañía.

viernes, 12 de diciembre de 2014

EL MONSTRUO DE HAWKLINE. Richard Brautigan



De Richard Brautigan apenas sabía algo más que el título de su obra más emblemática La pesca de la trucha en América (aunque la editorial Blackie Books ha publicado En azúcar de sandía y Un general confederado de Big Sur) y un rápido vistazo de su manera de escribir.
Pero claro, me encuentro con un título demasiado sugerente como para que pasara inadvertido. No tanto las primeras palabras del título como sí de "un western gótico" que, de inmediato, descubrí que pertenecían al título original. Para colmo el primer párrafo dejaba entrever que no el interior estaba a la altura:
"Estaban agazapados con su rifles en el piñal, observando cómo un hombre enseñaba a montar a caballo a su hijo. Era verano de 1902 en Hawai.", fue todo uno.
¿Un western gótico? ¿En Hawai? No pude evitar sentir ese conquilleo que aparece muy de vez en cuando y que suele augurar lecturas diferentes y señaladas,  libros que suelen contar algo más que una historia al uso.
Richard Brautigan construye un libro en pequeñas dosis, breves capítulos que nos van llevando de la mano por la trayectoria de Cameron y Greer, dos pistoleros que desde la primera página logran que nos pongamos de su parte. Dosis perfectas, ajustadas, como si cada palabra, cada párrafo fuesen necesarios, como si cada capítulo se hiciese imprescindible al unirlo al anterior y al posterior, como si cada uno se correspondiese con una inspiración o una espiración.
No hay duda que hay mucho de surrealismo, de situaciones descabelladas, hasta tal punto que raro será el capítulo, por mu breve que sea que no despierte por igual sorpresa y sonrisas. Brautigan logra la complicidad del lector con un humor que antes que buscar el golpe cómico o la risa fácil consigue crear un ambiente en el este sea tan imprescindible como lo son los distintos personajes.
Aunque sin duda alguna, el mayor logro de la novela radica en los silencios, en aquello que el escritor no ha escrito, en lo que el lector no ha leído y es que en la historia pasan muchas más cosas de las que se cuentan, hay imágenes sin explicaciones que se dibujan con una claridad que engrandece, aún más si cabe, la novela.
Y claro, todo lo consigue Brautigan con una prosa sencilla y un lenguaje nada complejo, con presentaciones y descripciones escuetas, dejando que sea el lector el que complete muchos de los escenarios y las situaciones. Una lectura ágil y sugerente que atrapa de principio a fin y que permite disfrutar de la lectura mientras se es partícipe de una aventura descabellada y entretenida.

jueves, 4 de diciembre de 2014

CUENTOS DEL RAMAL DEL NORTE. Raúl Rubio Escudero



Aunque soy muy desconfiado con las promociones y estoy más que escamado con la publicidad, suelo tener muy en cuenta a los lectores con criterio cuando estos me hablan de sus lecturas. Así que en cuanto Gonzalo me recomendó que empezase el libro de Raúl Rubio por el tercero de los relatos que lo componen, no dudé en hacerle caso. Sobre todo cuando nunca he tenido claro el criterio que llevan los autores o los editores (que en este caso es los mismo) a la hora de ordenar los relatos.
Pero como decía comencé a leer Cuentos del Ramal del Norte por el tercero de los relatos: "Matías Antolín". Y no solo logró engancharme, sino que cuando terminé de leer los dos primeros volví a releer, casi sin darme cuenta, los otros cinco relatos.
Raúl Rubio no solo escribe bien, manejando el lenguaje con esa precisión que parece ha perdido importancia, sino que permite que los profanos sobre el Canal de Castilla tengamos la sensación de formar parte de él, como si la distancia física y temporal de los hechos y lugares que se narran no existiese. El autor sabe ajustar con acierto las descripciones de escenarios y personajes, dotando a estos de una fuerza tal que no dejan de acompañarnos en las lecturas siguientes. Julián, Salvador, Manuel De la Gándara, Carlos Lemaur, el propio Vicente Antolín y un buen número más de personajes recorren las páginas del libro con el espíritu de una novela, hasta tal punto que cuando la cierras tienes más sensación de haber leído una novela que un libro de relatos. Que los hechos sucedan en tiempos diferentes y que los personajes sean otros carecen de importancia, pasan tan desapercibidos que solo dándole más de una vuelta te percatas de que no todo pertenece a la misma historia, ¿o sí? lo mismo da.
El autor nos introduce en la propia dinámica del Canal, de sus barcas y esclusas, invitándonos a formar parte de una historia que es nuestra desde el momento que leemos más de una página. Ya no hay vuelta atrás, no hay descanso cuando el relato finaliza, hay que seguir leyendo y viviendo, o mejor sobreviviendo en las duras aguas del Canal.
Raúl es preciso, como dije anteriormente, pero es algo más, ya que en sus palabras se esconde la misma esencia del Canal y, lo que es más importante, de quienes construyeron y vivieron en él, logrando que dicha esencia hable por sus palabras y gestos, permitiendo que al cerrar los ojos los espacios físicos se configuren con una facilidad pasmosa, como si en nuestra propia memoria anidasen dormidos los recuerdos del pasado.
Todo ello con la naturalidad que hace de la narración un verdadero disfrute, sin mayor pretensión que contar una historia, con lo que logra que esta se aparezca ante el lector sin altibajos, sin brusquedades violentas que adulteren la lectura. En todo momento el libro consigue transmitirnos el latir del Canal.
Un libro para saborear, para disfrutar de la lectura, para dejarse llevar y sentir una visión muy diferente de la Castilla a la que estamos acostumbrados a vivir. Un libro que consigue que al leer su última página nos invada una paz inexplicable, la sensación de formar parte de una historia sencilla y dura, pero llena de humanidad. Un libro que sin más pretensión que contar una o varias historias y que ha logrado que la memoria colectiva se de la mano en forma de muy buena literatura.