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sábado, 18 de enero de 2014

DOCTOR SUEÑO. Stephen King



Todos tenemos etapas de nuestra lectura en las que un mismo género nos atrapa. Leemos con avidez aquellas novelas que se ajustan a nuestro gusto y en las que buscamos llegar más allá, como si buscáramos la narración perfecta capaz de colmar nuestras ansias de abarcar el género en cuestión.
No sé si existe un momento concreto en el que la  novela de terror se superpone a otro tipo de lecturas, cuando se rastrea todo lo que huela a pánico, a inquietud, todo lo que pueda perturbar y acercar a ese miedo que todos tenemos dentro.
Tengo claro que Poe, Lovecraft e incluso Bécquer me atraparon de tal manera que siempre parecen despertar cuando una página huele a horror, cuando un nuevo libro se presenta como la antesala no del infierno, pero si de unos futuros momentos en los que lo paranormal estará asegurado. Después llegaron Rice, Koontz, el redescubrimiento de Stoker y, sobre todo, Stephen King. 
Como dejar de nombrar a It, Carrie, La zona muerta, Cujo, Christine y un montón de títulos más que acompañaron una adolescencia que buscaba más las emociones fuertes en la literatura que en el cine.
Pero claro, fue este, en los primero años de la década de los 80 el que se encargó de ofrecerme a un Stephen King inolvidable gracias a ese Resplandor que acompañó mis noches mucho más de lo deseable. Claro que busqué de inmediato la fuente y acudí al libro (que por cierto encontré en mi propia casa bajo el nombre de Insólito esplendor, nunca supe que había llamado su atención a mi madre a la hora de comprarlo), pero no pude apartar de mi mente la imagen de Jack Nicholson dando vida al escritor Jack Torrance y a Danny Lloyd la de su hijo Danny.
Y es que hay imágenes que, con el paso de los años, no han desaparecido de mi mente (ni siquiera volver a verlas han suavizado su impacto). Como no poner banda sonora a un hotel de pasillos eternos simulando la carrera del propio Danny con su triciclo rojo, como no desviar los ojos como el propio Jack cuando alguien nos habla a través de una puerta blanca mientras falseamos la voz.
Por no hablar de las referencias a La máscara de la muerte roja del Poe que seguía y aún lo sigue siendo hoy, uno de mis libros de cabecera. 
Así que no debe resultar extraño que cuando el propio Stephen King anunciaba un libro en el que Danny Torrance iba a ser protagonista, una secuela de El resplandor al fin y al cabo, me preocupase en saber a ciencia cierta el día en que iba a salir al mercado en castellano.
No sé muy bien porqué, no tenía la sensación, como en otras  novelas, que faltaba algo por contar, ni siquiera soñé con lo que sucedía al acabar el libro. Pero la tentación era tan grande como la excitación de saber qué fue de Danny y Wendy tras abandonar el Hotel Overlook.
Y eso es lo primero que resuelve Stephen King, la infancia de Danny en Florida con su madre y como Dick Hallorann, aquel cocinero de color, le enseñaba a dominar su don.
Y por supuesto la novela, inquietante y subyugante al máximo, explorando lo paranormal de la mejor manera posible, mostrando a Danny el filo de ese cuchillo que está a punto de cortarle. Y con el al lector que observa en silencio, tratando de no entorpecer, de que ninguno de "ellos" se fije en él.
Una novela arriesgada y peligrosa, pero en la que King y los recuerdos salen airosos de tal manera que las 600 páginas se evaporan en un suspiro, aunque sería mejor decir en una exhalación, pues el suspiro corre el peligro de ser demasiado escandaloso.
Como corro el peligro de desentrañar la novela solo voy a decir que el Danny adulto, y alcohólico, sigue azotado por las visiones y que aunque ha logrado dominar su don no ha conseguido que estas desaparezcan. Cuando Abra Stone, una niña con poderes que necesita su ayuda, se  cruza en su camino la acción se desborda de tal manera que  no podemos, ni queremos, evitar vernos sumidos en ella.

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