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martes, 12 de marzo de 2013

LOS PÁJAROS DE AUSCHWITZ. Arno Surminski



Debo reconocer que hubo un tiempo en que cualquier episodio de la II Guerra Mundial me llamaba tanto la atención que era capaz de dejar lo que estaba leyendo para dedicar todos mis esfuerzos a dicha lectura. Batallas, memorias, novelas y biografías me suponían una fuente inagotable de entretenimiento y, por qué no, de continuo aprendizaje. No recuerdo bien cuando el interés decayó, creo recordar que fue motivado más por algún tipo de moda que por pérdida de atractivo.
Pero como siempre hay algunos libros que llaman la atención sin saber porqué, cogí Los pájaros de Auschwitz casi con el convencimiento de que iba a ser una buena lectura. Eso sí, temía que la alegoría de pájaros y campo de concentración tuviese algo que ver con el libro y la atracción se convirtiese en rechazo.
Y no, no existe ninguna segunda intención en el título, ni esconde este algún tipo de mensaje oculto. Simplemente estamos ante una novela basada en un hecho concreto y real. Con un personaje y un acontecimiento que sucedió en el campo de concentración que da nombre al libro, un ornitólogo y un trabajo: "Observaciones sobre la fauna ornitológica de Auschwitz".
El autor tiene el detalle de cambiar el nombre de los protagonistas, de Niethammer y Grebackis por Marek y Grote, para construir un relato sólido en el que lo que sucede en el campo de concentración ocupa un segundo plano. 
Una historia periférica que mediante dos personajes principales logra situarnos, como lectores, al filo de una navaja, pues hay momentos en los que lograremos olvidarnos de la situación real de estos y los demás habitantes del campo, para sumergirnos de repente en la dureza de la realidad (aunque ambas sean realidades) en un lugar donde no a nadie se le esconde lo que sucede. 
Junto a gorriones, garzas reales, petirrojos, ruiseñores y pinzones, encontramos barracones, alambradas,  la horca y los hornos crematorios. La crueldad y el horror están ahí, no se despegan, pero se usan de manera periférica, casi de forma sutil. Arno Suminski crea una narración distante, en la que los dos protagonistas, aunque manteniendo la distancia, parecen ajenos a lo que sucede. Por suerte el escritor no cae en falsa sensiblería e impide cierta camaradería que haría perder crédito a la propia historia.
Una novela de muy diversas lecturas, inquietante para el lector del siglo XXI  que no puede evitar ver más allá de lo que cuenta el libro, imágenes sobrecogedores que no están entre sus páginas. Desasosiego al percibir que se da importancia a unas cosas, siempre los pájaros, y a otras no...

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